Es dulce,
El desollamiento perpetuo
De mi carne por tus dedos.
Es tierno,
El fuego de tu habla
Quemando mis oídos.
Es mi deseo
El encierro en el calabozo
Oscuro de tus besos
Es cruel,
Cruel e inhumana
La libertad de credo.
acompañadas con café
Me quito las sucias botas de trabajo llenas de polvo y yeso; me deshago de la chaqueta que me ha acompañado todo el día y la demás ropa que ya hace falta jubilar. Giro la llave izquierda de la regadera y dejo que las gotas de agua tibia primero, y luego calientes al extremo toquen la piel ya curtida por el sol y el polvo.
Ya con la pijama puesta y con los párpados cerrándose constantemente tomo la segunda decisión más fácil del día: dormir, así que paso de largo por el comedor, aunque la propuesta de una cena ligera es tentadora, lo es mucho más el simple hecho de imaginarme recostada en la cama ya durmiendo antes de colocar la cabeza en la almohada.
Doy la última mirada del día a mi cabello húmedo y llego de un paso a la cama de madera que tantas quincenas representa. Destiendo una a una las telas que forman parte de mi cobijo, me meto entre ellas y cierro los ojos que ya por reflejo deciden no volver a abrirse.
Se oye un silbato agudo a lo lejos, el velador en su ronda de la una recorre las calles misteriosas que esconden ecos por todos sus rincones. Los perros ladran al escuchar el sonido irritante del silbato y lejos de ser la noche tranquila que aparentaba, se convierte en un escándalo espantoso aparentemente imposible de arreglar. El silbato se aleja y las mascotas calman sus nervios devolviendo el silencio a la noche. Un hilo de luz se cuela por una rendija intermedia de las cortinas escarlata y abro los ojos por instinto. El faro de la esquina con su luz naranja ilumina las calles solitarias.
Giro el cuerpo a la izquierda para dar la espalda a esa luz indeseable… no funciona, sigue lastimándome su reflejo en la pared blanca de la recámara. Giro a la derecha: peor decisión que la anterior, la luz llega de lleno a mis párpados que, aunque están cerrados casi puedo ver la luz exterior. Alguna vez leí que a la situación actual siempre sigue algo y siempre es peor (paradójica clase de optimismo) y aunque es increíble, es cierto, lo compruebo ahora que intento dormir boca arriba, en esta posición no descanso, así que intento la posición inversa, boca abajo, y es peor porque ahora ya la respiración se complica y los tendones de mis pies se tensan al filo del dolor. Enciendo la luz y reviso el reloj: las dos de la mañana. Podría ser peor— pienso y vuelvo a interrumpir el circuito de energía eléctrica que ilumina el dormitorio.
Coloco la cabeza una vez más en la almohada que ya pronto tendré que cambiar por una nueva; pero si la primera vez me era imposible mantener los ojos abiertos, ahora la situación es mucho más desesperante: es técnicamente imposible mantenerlos cerrados. Miro al techo que a ratos ilumina el faro que tiene un falso contacto, y así pasan no sé cuántos minutos hasta que una serie de pensamientos sobre personas ya distantes asaltan mi mente, creo que ya ni siquiera me recuerdan pero me desespera la idea de que justo en este momento duerman plácidamente, tal como el resto de la mitad del planeta al que pertenezco físicamente.
Y así, mientras la mente brinca entre uno y otro pensamiento puros y perversos, tristes y graciosos alternadamente Morfeo se pasea muy ufano alrededor de la cama provocando reacciones de desesperación y frustración. Me sonríe ese traidor sabiendo que por más que lo intente no puedo acercarme ni un milímetro a su ser.
Las cuatro de la madrugada y una idea brillante asalta mi mente, recurro al método más arcaico y ridículo pero que dicen que funciona: 1, 2, 3, 4, … De acuerdo, fue una tontería, lo acepto, y para mis adentros me río de mi ingenuidad, es increíble que haya caído en este truco barato pero es que en las condiciones más desesperantes el ser humano es capaz de hacer lo impensable y así llegan las cinco de la mañana.
Esta vez lo he pensado bien y creo que hay dos opciones racionalmente adecuadas: leer o … seguir esperando. La decisión no es fácil y es un arma de doble filo intentarlo ya que, en el primer caso escoger un texto no adecuado puede provocar que lejos de que concilie el sueño, me apasione en la lectura y termine por rayar en la locura y en el segundo, es una actividad lo suficientemente pasiva como para entrar en mis límites de paciencia. Está decidido, intentaré El Quijote en su edición crítica. Llego a diez capítulos y medio después de la lectura del mes pasado y parece que funciona, siento la vista cansada y los ojos llorosos. Apago la luz y aprieto los párpados con fuerza. Esto tiene que ser una broma— apenas me encuentro en la oscuridad, los ojos se relajan lo suficiente como para abrirse en contra de mi voluntad.
Bien, cayendo en la cuenta de que cualquier intento por atrapar a la tan deseable deidad del sueño es imposible me resigno a pasar la noche en vela y mientras las manecillas del reloj siguen su curso de siempre recuerdo anécdotas graciosas, propias y ajenas como aquélla en que una persona cualquiera pegó un chicle verde en su zapato para repararlo, anécdota mil veces contada y recordada entre los amigos. De este modo, no duermo pero evito estresarme por ello y más bien logro el propósito de disfrutar la primera noche sin dormir en mi vida entera.
El tiempo se encoje cuando uno disfruta lo que vive y así, pareciera que el reloj aceleró su paso porque las horas pasaron ágilmente por fuera de la casa, la alarma me anuncia las siete de la mañana, justo la hora de levantarse para trabajar. Y sólo por recrear la parodia de los días comunes tardo en desperezarme antes de levantarme de la cama. Meto mis pies en las pantuflas con uñas de peluche pintadas de rojo, doy tres pasos hacia el espejo de cuerpo entero y me miro: un ser diferente, pero familiar a la vez, aparece en la superficie del espejo, viste una pijama verde con elefantes en relieve, los rizos enmarañados al más puro estilo de Jorge Falcón me permite adivinar que soy yo, igual que siempre, con la cara de somnolienta, pero esta vez con las ojeras más grandes y púrpura que de costumbre.
Sentada en la orilla de la cama repasaba los últimos cincuenta y seis días con sus respectivas noches. La luna se mostraba menguante y fechas antes un terremoto había sacudido la ciudad. Cincuenta y seis veces había reconocido en sus entrañas aquello que le hacía volar sin alas durante horas escuchando sólo una voz. Esta noche, más larga que cualquiera otra reciente no le daba más que la despedida a su optimismo. A su lado, bajo la almohada, un boleto para el tren al sur. Hora: 00:56.
Carlos Drummond de Andrade
Da leitura sintagmática
Da leitura paradigmática do enunciado
Da linguagem fática
Da fatividade e da nao fatividade na oracao principal
Libera nos Domine
Da organizacao categorial da lingua
Da principalidade da lingua no conjunto dos sistemas semiológicos
Da concretez das unidades no estatuto que dialetalize a lingua
Da ortolinguagem
Libera nos Domine
Do programa epistemológico da obra
Do espaço heterotópico
Das relaçoes entre topos e macrotopos
Do elemento suprasegmental
Libera nos Domine
Da semia
Do sema, do semema, do semantosema
Do lexema
Do classema, do mema, do sentema,
Libera nos Domine
Da estruturaçao semémica
Do idioleto e da pancronia científica
Da reliabilidade dos testes psicolinguísticos
Da análise computacional da estruturaçao silábica dos falares regionais
Libera nos Domine
Do vocóide
Do vocóide nasal puro e sem fechamento consonantal
Do vocóide baixo e do semivocóide homorganico
Do glide vocálico
Libera nos Domine
Da lingüística frástica e transfrástica
Do signo cinésico, do signo incónico, e do signo gestu
Da elitizaçao pronominal obrigatoria
Da glossemática
Libera nos Domine
Da estrutura exo-semantica da linguagem musical
Da totalidade sincrética do emissor
Da lingüística gerativo-transformacional
Do movimento transformacionalista
Libera nos Domine
Das apricoes de Chomsky, de Mehler, de Perchonock,
De Saussure, Cassirer, Troubetzkoy, Althusser,
De Zolkiewski, Jakobson, Barthes, Derrida, Todorov,
De Greimas, Fodor, Chao, Lacan et Caterva
Libera nos Domine
Con el dedo medio presiono la placa hacia la derecha. Una chispa proveniente de la lámpara se apaga casi al mismo tiempo de haber encendido. En el fondo de la habitación un concierto de sombras se funden con las nuevas que surgen en toda el área empujándose unas a otras. Por un segundo logro vislumbrar la habitación en la plenitud de sus dimensiones. Los muebles y la ropa tirada sobre el baúl se tiñen de un color ámbar que me hace regresar a los años viejos con falta de energía eléctrica. Poco a poco va desvaneciéndose la tenue luz naranja y abre paso a la temible oscuridad que consume todo a su paso y así, lentamente, las sombras de ti, de tu piel, de tu olor van saliendo del umbral, de las cortinas y en el momento en que la penumbra, apenas recortada por la luz de la luna llena, se apodera de mi intimidad y me despoja de todo prejuicio, se acercan a mí para colarse una a una entre las sábanas bajo las que, cada noche, a oscuras, rehacemos una y mil sombras.
Sentado en la orilla del vagón, con los párpados cayéndose pesados sobre los globos oculares y una carga de papeles y deudas a cuestas, recarga la nuca sobre la pared con propaganda amarilla. Las voces de los otros exiliados de las noches populares de la ciudad se confunden con sus latidos cada vez más cadenciosos pero alterados por la tremenda carrera. Lentamente se oye el chillido de las ruedas viejas al avanzar del carro, mientras las voces, las otras, las internas, le dicen que no se vaya a pasar de estación. Con el pendiente de llegar a casa mira el reloj, las diez y veinte, con un poco de suerte llegará a tiempo para hablar con Mariana, hace tiempo que las cosas no están bien, que los problemas aumentan y su paciencia no da para más. Su cuerpo se mueve lentamente al ritmo que marca la fricción con las vías. La cabeza hace negativas en todo momento. Baja la mirada, sus zapatos viejos están rompiéndose ya en el empeine. Paga hasta 40% menos de interés en… Gran Barata de Calzado y Ropa en el Palacio de los Deportes… Un estudiante abre un pesado libro de Cito… cito… ¡ah! Citología. La bata blanca lo delata, médico también. La cabeza esta vez da un giro completo de
Las voces a su alrededor se callaron de súbito. Los chiflidos y disparates que antes le aturdían habían desaparecido. Los rayos del sol caían a plomo sobre la arena de la feria. La brisa llegaba cada vez con menos intensidad. El sudor le nublaba la vista. Había cortado su cabello hacía dos días pero podía sentir una comezón desesperante en la frente, acentuada por la irritación que le producía la tela. Las nutridas gotas de agua salada le resbalaban por la nariz hasta colarse entre los dientes amarillentos. Arqueó el cuello levantando la nuca del suelo y ahí la miró, manoteando con sus miembros regordetes; sólo su voz áspera intentaba escuchar en medio de aquel vacío. Sus ojos, irritados ya por el calor y la furia contenida durante años, parecían salirse de sus cuencas cada vez que ahogaba un gemido en la garganta seca. Durante unos instantes no hizo más que recordar mientras
En la colonia lo conocían por "El Gordo". Era temido por los niños más chicos y siempre tenía reportes en la dirección esperándolo a la hora de la salida. En la secundaria, se negaron a entregarle carta de buena conducta por haber golpeado a un niño de primero que no quiso “ayudarle” en la coperacha del recreo. Su madre, harta ya de tantos problemas terminó por correrlo de casa mientras su padre le daba vuelo a la hilacha con la secretaria del jefe. El Gordo siempre había tenido complejo de inferioridad pues en la escuela nunca había sido de los llamados alumnos ejemplo, pero en cambio, sabía que sus puños eran fuertes, capaces de provocar una cirugía reconstructiva a cualquiera. Después de haber sido expulsado por su indisciplina crónicodegenerativa, decidió intentar con las peleas de la colonia. Ahí la conoció, Jovita, ruda como él, entonces ya era conocida y reconocida como
Esta sería su última pelea, lo sabía, lo supo desde el principio, cuando después de haber recibido una soberana golpiza por parte de "El Hijo de
Las gotas de agua resbalan por mi cuerpo rozándolo solamente, son caricias que me gusta sentir, que me limpian, que reconfortan. El agua está tibia, llega hasta mis pies; respiro entre la corriente.
Recostada bajo el laurel imaginaba un campo lleno de flores rojas con olor a chocolate llegando hasta mí por el viento que juega siempre frente a mi ventana, ese que, tratando de encontrarme desordena todo cuanto toca y que tengo que expulsar por no entrar en un ataque de risa que haga estallar a mi madre en un arranque de pánico…
Hace meses que vivimos solas, mi viejo se fue; mi madre está triste desde entonces, justo cuando empezaba a verle sonreír; siempre fueron buenos y graciosos ¿podría yo ser seria?
Aquéllas eran épocas mejores, reíamos todo el tiempo; entonces no estaba prohibida la risa, salíamos al parque, jugábamos futbol, escalábamos montañas…no, la verdad no, eran riscos… ¿para qué mentir? Lo cierto es que se vivía bien, en casa soplaban vientos buenos y nuevos todos los días; era todo un placer estar aquí, viva pero después todo cambió; la noticia llegó como un huracán en temporada vacacional, arrasando con todo, destruyéndolo, tomándonos por sorpresa semejante acontecimiento; nunca creí que lo que parecía ser una bendición provocara semejante tragedia. Papá se fue maldiciendo, negando todo cuanto había sembrado, culpando al inocente; era medianoche y no llegaba, para entonces estaba ya lejos; fue entonces que mamá, desesperada me obligó a largarme de ahí para no manchar nada, para evitar que nos vieran, para salvar lo que ya era insalvable.
Salí corriendo, huyendo casi, sin nada, sólo él y yo juntos en una travesía que no sabía a dónde me llevaría, fue entonces cuando pensé en mis amigos… nadie contestó, ninguno podía permitir semejante crimen, que una mancha tan grande contaminara su casa, no supe qué hacer. Su presencia me fortalecía, no sé porqué, pero no sentía culpa alguna; en realidad me sentía feliz, excepto, claro, porque ahora estaba sola bajo la lluvia, sí, la lluvia, la que tibia bajaba hasta mis pies, mojándome toda, mojándonos a ambos.
Encontré por fin, después de… —no sé cuánto tiempo fue, sólo sé que me dolían los pies y el viento, cada vez más frío, pegaba las ropas mojadas a mi piel— mucho tiempo, un hotelucho donde debía pagar $150.00 la noche; era caro, lo sé, pero era lo mejor que podía conseguir. Por la mañana, mamá me encontró ahí, durmiendo; acarició mi cabeza, me besó y me hizo levantar para volver a casa.
—Me excedí, es cierto—dijo,— pero no has debido hacerlo, ahora tu padre está muy lejos y no queda nada qué hacer. Lloramos juntas largo rato hasta que sus ojos y los míos parecían aquéllos de cotorritas recién nacidas. Al mediodía regresamos caminando, es el precio de ser pobre, no poder pagar siquiera el recorrido de un sucio y viejo microbús de tercera
—Todo está en nuestra contra…—pensé—no estoy arrepentida…
Todo el camino me repetía:
—Lo hice porque así debía ser, porque era ahora; no antes, no después, ahora…, aunque es cierto…, debí haber esperado pero era imposible, ya no podía con esto que traía dentro.
—¿Quieres comer?
—Si tú vas a comer…, bueno—dije con desgano, para variar—no, mejor voy a bañarme primero, no he tocado el agua desde antier en la noche…mientras come tú
Ahora el agua está caliente, he debido girar la llave de la derecha, mi piel está roja, me preocupo… con mis manos voy dibujando mi cuerpo, siento sus formas y ahora… mi vientre, tiene ya seis meses.
...searching twitter...