Los amigos se me van, de lejos nos veíamos a veces sólo en travesías insufribles de regreso a casa; otras tantas incluso teníamos reuniones imprevistas en el local o en el cine. En el café de siempre quedan los últimos sollozos de lo que pudo haber sido, la esperanza rota de lo que nunca fue.
Ahora la ciudad se me presenta distinta, las calles están en blanco, los lugares limpios; no hay huellas, ni suspiros, ni abrazos ni nada. Un minuto de silencio por la muerte inesperada e imperceptible de mi vida pasada. Sin saberlo me he ido de este mundo, lo noté cuando al querer comprar una nube sentí el suelo demasiado blando, ya estaba sobre ella.
In memoriam de lo que había sido hasta hace tiempo, de la persona intempestiva, individual, compleja. Dejemos que el tiempo pase... el mejor regalo para los muertos es el olvido.
1 comentaron:
un placer volver a leerte. saludos cordiales desde mi rincon. toni
http://cafedelartenburgo.blogspot.com/
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