noviembre 22, 2009

recuerdo de mi visita a...

Debo admitir que "mi ciudad" (que aunque no nací ahí considero como mía por los muchos años que viví ahí) no es una graaan ciudad, ni la más comercial, turística o cuutural sin embargo, al compararla con esta en que vivo ahora me llena de nostalgia el sinnúmero de cafeterías que aquí se convierten en antros, los vientos helados que aquí son húmedos y las nubosidades infranqueables que aquí se vuelven quemantes hilos de sol.

Justo ayer pasé por la famosa "Feria Nacional del Libro de Tampico" que tan desapercibida pasa a todo el que no transita por el centro de este puerto y que engalana bellamente la cartelera cultural de la ciudad. Planeé la visita un día antes con mi compañero de cuarto, vida y familia y tal como acordamos, realizamos los deberes necesarios para salir de casa a eso del mediodía y trasladarnos a la Plaza de Armas. Mucho hay que decir acerca de la arquietctura de ese lugar en que las familias se congregan a todas horas del día todos los días, incluso los domingos, día en que en Pachuca, las madres abnegadas ya preparan todo para el siguiente día de escuela de sus amados retoños y que aquí, comparten paletas y pláticas hasta eso de las diez u once de la noche; pero voy desviándome de la idea, regreso al punto. Llegamos animosos a descubrir la Feria Nacional del Libro que, como es de esperarse, estaba ya siendo comparada en mis pensamientos con aquélla otra que los universitarios han hecho suya al grado de ser pretexto para mostrar la trova y canto nuevo mexicanos a la menor provocación y que, aunque no es tampoco la graaaan Feria del Libro me perimití esta vez, un trozo de nostalgia en su memoria.

Mi sorpresa (sólo por llamarle de alguna manera porque en realidad, ya esperaba algo así) fue que al llegar a la Plaza, las carpas de exposición no abarcaban más de cien metros lineales, y la cantidad de asistentes, bueno, he visto más en las misas de gallo de un pueblito hidalguense cercano. Aun así, y con todo el optimismo, decidimos inspeccionar "para ver qué hay" y bueno, después de una afanosa búsqueda lo destacable es: la editorial más prestigiada de todas las asistentes (que en total debieron ser como veinte) fue el Fondo de Cultura Económica (además de Anagrama, que se dedica a la publicación de material técnico), en la que los ejemplares más valiosos fueron: una colección de cuentos "inclasificables", un glosario de mexicanismos, un ensayo de José Saramago y otro más de León Portilla. Por supuesto que mi decepción fue grande y mi tristeza más, tanto que si no fuera por la compañía y el recorrido desordenado que hicimos del centro, habría considerado un verdadero desperdicio el salir de casa; y es que, hoy es el último día de la feria del libro que dicho sea, tuvo poco de feria y mucho menos de libros; vamos, que ni los clásicos de García Márquez o aquélla saga de Quién se ha robado mi queso, aparecieron por ninguna parte.

No me quejo de mi "nueva vida" ni de la ciudad en general pero recuerdo muy bien las palabras de un buen amigo que decía que no le gustaba vivir en el Distrito pero se aguantaba porque en el resto del país no había cultura (no son las palabras exactas pero es la idea) y la verdad es que tiene razón, esto de la cultura es como los rayos del sol, cuanto más lejos se está del centro, más difícil es acceder a ellos, sobretodo en lugares como éste en que las culturas indígenas están extintas, que se encuentran en el límite entre un estado y otro y por ende son un híbrido extraño entre una comunidad veracruzana y una ciudad norteña. Es cierto que su despreocupada y amigable manera de ser me cautivó en un santiamén pero también es cierto que se me está pasando el enamoramiento y ahora que comienzo a ver sus defectos, el peor de ellos es la dificultad para acceder a esos libros que en el centro del país ya no se halla ni dónde aventar, y a todos esos recitales, exposiciones, conciertos, obras de teatro, ciclos de cine entre otros, que uno se da el lujo de visitar simplemente para nutrirse el alma o saber qué hay de nuevo en la ciudad. Es una pena toda esta desigualdad de oportunidades económicas, sí, pero igualmente educativas, como ya todos sabemos, y culturales que nos orillan a pensar en un solo sentido, el que se deja venir desde arriba.

1 comentaron:

Jair dijo...

Debo citar al Frias: "la cultura es uno mismo" quizá no con esas palabras exactas pero algo así me dijo regañándome por no saber lidiar con la ausencia cultural en los regios. Debo decir que afortunadamente nuestra actividad principal se realiza en la soledad y podemos ejercerla libre e independientemente de que nuestro vecino se dedique a resolver quinielas. Ahora que si no te resignas tal como yo. Podemos encausar a nuestros iguales para demandar actividades culturales en nuestras respectivas ciudades. Es una labor titánica pero sigo siendo muy necio y quizá podamos conseguirlo! Adelante! ayúdalos a deleitarse con las delicias de las artes.

 
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