diciembre 11, 2007

en medio de una esquina rota

Un rayito de sol se cuela por los tejidos de mis párpados, me despierta. Levanto la cabeza y me miro ahí, tirada en medio de un cajón, con los brazos extendidos y el vestido de ayer. El cuerpo me pesa. Con los ojos recorro todo ese espacio como lo hago siempre cuando voy a un café, un restaurante, cuando me sacan del letargo. No encuentro nada o casi nada; no puedo ver bien, sólo partículas de polvo se esparcen a mi lado derecho; a la izquierda, un muro con cáscaras que se le caen en la esquina. Muevo los pies por ver si alcanzo algo o a alguien. En círculos se mueven mis zapatos pero no, nada toco; creo que mi estatura siempre ha sido insuficiente, sobre todo cuando se trata de alcanzar a las personas.


Levanto un brazo y miro mis manos, los mismos guantes de ayer. Con esfuerzo me siento en el suelo. Ahora sé que es el suelo, reconozco el patrón del parquet, lo vi el domingo desde arriba de la cama, analicé una a una sus piezas mientras empezaba a volar. Alrededor... nada, estoy sentada en medio de una esquina. Me examino aun cuando al bajar la cabeza me llega un dolor desde no sé dónde. Nunca me han gustado los espejos; prefiero revisarme con las manos, primero la cara y encuentro que uno de mis botones está roto; luego el resto, mi cabello sucio, mi vestido empolvado y los zapatos, húmedos. Es invierno, tiempo de lluvia y frío.


Levanto la mirada. Mi techo no es el techo, es un entramado de alambres retorcidos. Apenas quepo en este espacio. Vuelvo a recorrerlo todo con la vista nublada. Desde un extremo escucho una cerradura y una ráfaga de viento levanta mis cabellos. De lejos miro una abertura que reconozco, puedo ver las escaleras hacia el nivel de abajo. Unos golpecitos descoordinados son seguidos por otros más graves y profundos.


Ahora distingo bien, dos pares de zapatos se acercan a mi techo, éste baja su nivel. Estoy aún más aprisionada y asustada. En medio de mi conmoción, un objeto con tacón me golpea rompiendo mi otro botón y ahora que no veo nada le pregunto: y tú, ¿por qué me empujas?

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