diciembre 31, 2007

trasplante

Bisturí en mano. La tela azul incrementa el calor que ha inundado la habitación. El cuerpo casi inmóvil, desahuciado ya, sólo mira con valor el filo que despunta bajo la luz blanca que se cuela por la claraboya. La mano larga con dedos afilados aprieta el instrumento con toda la fuerza de que es capaz y la descarga sobre la piel blanca, limpia del cuerpo debajo. Entre un gemido y otro de dolor, el bisturí se abre paso cortando pulcramente los tejidos que encuentra en el camino. El pecho ha quedado abierto a la luz mientras el reloj anuncia las veintitrés horas. El sonidito agudo del monitor va marcando rítmicamente los latidos que poco a poco aumentan al movimiento de los cuerpos. Y mientras ella se entrega, él introduce el arma en su cuerpo. Sin el menor cuidado deposita el corazón en un vaso que se llena hasta los bordes y derrama el formol que lentamente avanza hasta el filo de las sábanas.

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