junio 22, 2008

cadáver exquisito

Hace mucho, mucho tiempo había una princesilla; con más naturaleza de espíritu que de mujer que, valiente como era, buscaba sólo encontrar el alma de un árbol que de noche le acompañara con el murmullo de sus hojas y por las mañanas, se bañara también en la ribera del río pero el ente inasible que dotaba de vida a las montañas decidió un día volver a su guarida, donde entre guerreros y magos se albergaba solitario. Muerta de frío, cansada de esperar en medio del bosque, trepó por las ramas marchitas del roble de ayer. A lo lejos, descubrió la luz del fuego que manos conocidas encendían; confiada, entendida que las alas de las hadas son tan ligeras como resistentes, se aventuró a buscarlo, mas cuando estaba a punto de llegar, como papel se deshicieron los finos tejidos cubiertos del fuego del tiempo; de poco sirvió llenar de lágrimas la mirada y recurrir a sus habilidades de ninfa pues al transcurrir de los días, quedó cubierta de tierra mientras en su propio pueblo era buscada por las cascadas, a la vez que el viento llenaba de vida el fuego aquél que aún se encendía.

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