mayo 17, 2008

las cosas que hay que oír

Todo el tiempo escuchamos en los noticiarios y leemos en los diarios múltiples notas sobre corruptos en puestos públicos pero la verdad es que, apáticos ya por ese efecto de cotidianeidad que proporciona el escuchar siempre lo mismo, las notas pasan a segundo plano ante el glorioso triunfo del américa o la increíble derrota de las chivas.

Los padres suelen decir que nadie experimenta en cabeza ajena, y cierto es, apenas ayer, dos personas distintas hemos cometido el mismo error al intentar movilizar un asiento de automóvil, siendo que el amigo, apenas hacía unos minutos, con curiosidad había visto la manera en que el asiento salía disparado hacia la parte de enfrente. De igual manera, cuando alguien nos cuenta sobre la extorsión, o por lo menos, intento de ella en las vialidades de la ciudad por parte de agentes de tránsito, hacemos un movimiento con la cabeza y seguimos con la plática sobre temas más interesantes, tal vez nos parece lejano. Hace apenas unos días, alguien en la oficina donde laboro, frente a los compañeros, ha solicitado le dé parte de mi salario (!y qué parte¡ el 50%, poco más), así, sin mayor explicación, referencia y mucho menos, razón. Debo decir que, por muy pacífico que uno sea, esas cosas provocan que a uno le hierva la sangre y levante la voz; en el instante me quejé con quien consideré la autoridad correspondiente; pues en menos de que lo cuento, el descarado en cuestión hizo un reclamo telenovelesco acerca de mi comportamiento frente a la situación. Mi tendencia a expresar con el rostro lo que soy incapaz de decir con palabras de manera circunstancial, le obligó a alzar la voz y manotear en el pasillo. Jamás he visto una imagen tan ridícula: un jefe de sección, de alrededor de 50 años, gritando, quejándose, haciendo un berrinche por demás pantagruélico frente a una persona de 20 ó 25 cm menos y menos de la mitad de su edad. En lugar de darme coraje, me dio risa. Con un "no voy a discutir" terminé con el griterío. El hombre, por nombrarlo de algún modo (que me disculpen los otros) repitió la escena una vez más, tal vez esperando que mis ojos se tornarán vidriosos y de ellos escapara una lágrima de culpabilidad al escucharlo decir: "usted me ha traicionado, ¿es que no hay confianza?". Bueno, ante eso es más que evidente que lloraría, pero de la risa, o la frsutración, o ambas; de verdad es increíble semejante actitud, ¡cuánto cinismo!; en esos momentos uno se pregunta "¿cómo es que éste imbécil es mi jefe?"

Con el paso de los días la persona en cuestión ha cambiado su actitud, me castiga con el látigo de su desprecio y claro, como es de imaginarse, yo no duermo ni como. La oficina se ha enterado de todo, incluso en la secretaría se habla del suceso y, en un acto de denuncia, haciendo caso al famosísimo Chabelo, se lo cuento a quien más confianza le tengo. Debo admitir que la experiencia me ha dejado sorprendida, no sólo porque en verdad no creía que esas cosas pasaran, o no de manera tan desvergonzada (¿cuánta ingenuidad puede caber en una persona?), sino porque las reacciones ante el relato han sido varias, la inmensa mayoría, de sorpresa y reproche, para fortuna mía (aunque en realidad no sé si eso sea afortunado, es decir, ¿acaso sucede que todos aquí somos tan ingenuos que inconscientemente, como decía ayer un buen amigo, de verdad tragamos el cuento de que gracias a un robo de Moderatto, ya no hay corrupción?); y dentro de esas varias hubo una que, a estas alturas, aún no sé cómo calificar; alguien dijo: "Pues, te hubieran dicho cuando entraste que te iban a pedir dinero de tu sueldo, hubieran sido honestos. Si fuera para ayudarnos a quienes ganamos menos, creo que tú lo hubieras entendido". He mencionado ya que soy algo expresiva con el rostro, no pregunten qué cara puse, no la imagino. ¿Cómo es que se puede usar la palabra honestidad en el mismo hilo de morfemas que "te iban a pedir dinero de tu sueldo"? ¿Habría entendido? ¿Entendido qué? ¿Acaso sucede que mi jefe es descendiente directo de Robin Hood o el Zarco? Es algo que no comprendo, o me niego a comprender. Me resulta inverosímil que una madre de familia, con oportunidades escasas, con la experiencia propia del acoso en el trabajo califique a un corrupto que habla de sus hábitos como "honesto". Pocas veces he estado tan sorprendida en mi vida, y tan decepcionada. Parece que es algo tan común que el simple hecho de escucharlo sólo nos provoca mover la cabeza y pasar a otro tema. Como he dicho muchas veces, las cosas que hay que ver, y oír.

Apunte personal: ¿Cómo es que ha pasado ya casi una semana y no he dejado constancia por escrito como me han sugerido?


1 comentaron:

Anónimo dijo...

Hola Edith somos Claudia y Doris acabamos de leer tu articulo y nos resulto interesante darnos cuenta de que el ambiente laboral, es corrupto y se matiza en la honestidad aki y en otras partes, vemos como se degradan los valores y como somos indiferentes ante estas situaciones. bueno entre otras cosas q despues te decimos. te mandamos un saludo y gran abrazo. haber cuando vienes a vernos. saludos de lulú que me pregunta por ti. ciao

 
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