septiembre 18, 2007

la loca

El poco criterio que le quedaba sólo le alcanzaba para pasar y repasar la frente con sus manos, una y otra vez como tratando de limpiar con un toque todo lo que ahí dentro tenía guardado desde hacía tanto pero había tomado conciencia hace poco. Las imágenes se sucedían más y más rápido a través de la ventanilla manchada con gotas secas mientras en la mente se le confundían éstas con otras inventadas durante las largas y agónicas noches de febril insomnio. Alguna vez alguien le dijo que si leía y se desvelaba tanto terminaría por volverse loca; su reacción fue una sonora carcajada. Ahora se reía, sí, pero de desesperación, de frustración y de impotencia. Siempre se reía de todo, ante cualquier circunstancia; toda la vida su defensa era la risa, ésta la defendía hasta de sí misma, de sus fobias, sus manías. Y ahora, esa voz taladrándole la cabeza en el parietal, haciendo que hasta el bulbo raquídeo vibrara. Sabía que lo había perdido todo, salvo la conciencia de haber perdido la razón.

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